¿Sabes cómo se descubrieron la penicilina, el velcro, la dinamita, el teflón y la quinina? Todas estas cosas tienen algo en común, y es que se descubrieron accidentalmente, bien mientras se estaba buscando otra cosa, o se encontraron inesperadamente durante su búsqueda. La palabra serendipia es un neologismo, procedente del inglés “serendipity”. Su origen se remonta a 1754, cuando el científico inglés Horace Walpole quedó impresionado por un cuento de aventuras titulado “Los tres príncipes de Serendip”, un antiguo nombre de Ceilán, actualmente Sri Lanka, en el que sus protagonistas estaban siempre haciendo descubrimientos por accidente o sagacidad. Walpole utilizó esta palabra para denominar sus propios descubrimientos, y actualmente aparece reconocida en los diccionarios de inglés. En esta sección de carácter educativo vamos a tratar algunos descubrimientos fortuitos, pero no por ello menos importantes recogidos por Royston M. Roberts en su libro publicado por Alianza Editorial “DESCUBRIMIENTOS ACCIDENTALES DE LA CIENCIA”.
LA QUININA Y LA CONDESA DE CHINCHÓN. Cuenta la leyenda que la esposa del virrey de Perú, conocida como la condesa de Chinchón fue curada de la malaria al tomar un extracto de corteza de un árbol peruano. La señora se quedó tan impresionada por su curación, que allá por el año 1638 decidió traer una de estas cortezas a España y así introdujo el uso de la quinina en Europa.En base a este relato, el botánico sueco Linneo, en 1742 dio el nombre de “Cinchona” al género de los árboles de los que se obtenía la corteza medicinal. Sin embargo, hubo dos errores en esta denominación. Primero, Linneo se omitió una h en el nombre al honrar a la condesa de Cinchón. Segundo, la condesa nunca tuvo malaria y no regresó a España, ya que falleció en Cartagena de Indias. Otra leyenda más antigua habla de un indio, que abrasado por la fiebre y perdido en la jungla de los Andes a unos 1.500m de altura se decidió a beber agua fresca en una charca. El sabor amargo del agua le hizo pensar que el agua estaba intoxicada con la corteza de unos árboles que crecían por las proximidades. Pese a creer que se estaba envenenando, bebió intensamente para aplacar su sed. Pero para su sorpresa no solo no murió sino que logró encontrar el camino de vuelta y al cabo de un tiempo se encontró mejor. A partir de aquel momento, todos sus amigos usaron extractos de quina-quina (nombre con el que los indios designaban a la cinchona) para curar la temida fiebre. La noticia se extendió entre la población nativa y llegó a los misioneros jesuitas hacia el siglo diecisiete. Esta temible enfermedad llamada malaria o paludismo, causada por la picadura del mosquito anofeles, produce más de un millón de muertes al año. La malaria ha matado más gente que todas las guerras registradas en la historia. Se combate mediante fármacos como la cloroquina, , derivado de la quinina que es la sustancia activa antimalárica extraída de la corteza de la cinchona; y mediante la destrucción de los mosquitos utilizando insecticidas. El problema es el daño ecológico que producen a pájaros y otros animales. Estos medicamentos tienen tanta importancia que durante la Segunda Guerra Mundial se utilizaron como factor estratégico entre los bandos combatientes. Otra anécdota: se decía que los ingleses dominaron la India tanto tiempo por su hábito de tomar gin-tonic. La tónica, que contiene quinina, los puso a salvo de la malaria, mientras que sus súbditos, que no tomaban esta bebida sufrían las fiebres y morían de debilidad.
LA VACUNA Y EL PREMIO PRÍNCIPE DE ASTURIAS. En la actualidad se están realizando investigaciones para encontrar una vacuna que proteja a la población. El españolPedro Alonso, premio Principie de Asturias 2008, dirige en Mozambique un proyecto cuyas pruebas están, financiadas por la Agencia Española de Cooperación Internacional (AECI), el Gobierno de Mozambique y varias ONG. El médico, que es director del Centro Internacional para la Investigación en Salud del Hospital Clinic de Barcelona, relató a los medios de comunicación que la vacuna se ha dado a 220 niños a los dos, tres y cuatro meses, y se ha conseguido, tras un seguimiento de tres meses, una protección del 65% (una tasa similar a la lograda entre los mayores). El resultado es importante porque permite adelantar la inmunización (los recién nacidos son más vulnerables a esta enfermedad, que cada año mata a un millón de personas en países tropicales, la mayoría menores de cinco años). Y porque había dudas sobre su eficacia. De momento el ensayo está en la llamada fase II: se ha probado su seguridad y eficacia en un grupo reducido de niños, por lo que Alonso quiere evitar que se especule con «los millones de vidas que se van a salvar», aunque admite que espera que sean muchos. Lo que se ha probado es que su «seguridad es muy buena» aún en niños tan pequeños, que no hay «señales de alerta» ni siquiera en las zonas del pinchazo, y que las pruebas hematológicas y bioquímicas de los vacunados dan resultados normales, insiste el médico. La fase III propiamente dicha (ensayo con muchos niños) comenzará en la segunda mitad de 2009. Alonso apuntó a otro aspecto. La vacuna es el resultado de la colaboración entre numerosos socios, públicos y privados, empresas y otras sin ánimo de lucro. «Es un cambio sobre como se estaba trabajando hasta ahora», sobre todo en estas enfermedades que no son frecuentes en los países ricos.