música y literatura: ítaca

Bien: empecemos diciendo que Ítaca (Ιθάκη) existe. Es una isla pequeñita, como Nava poco más o menos, que no se ganó la fama por su paisaje, sus bebidas espirituosas o sus ruinas, que las tendrá, digo yo. En el imaginario de todos los lectores homéricos, Ítaca es la patria perdida ―después recobrada― de Ulises, el héroe griego valiente, fiel, inteligente y constante, artífice de la victoria aquea sobre los irreductibles troyanos. El viaje de ida y vuelta de este guerrero infatigable es el paradigma de la existencia, de la fortuna esquiva, de la lucha por la supervivencia y, sobre todo, de la defensa de los ideales que inspiran el derrotero de nuestras vidas. La referencia a la isla excede el ámbito puramente geográfico: la vuelta a Ítaca es el retorno a la pureza, la armonía y el amor, asediados por las fuerzas perversas de la ambición y el poder… Un conocido poema de Kavafis traducido por el filólogo Carlos Riba, le da pie al músico español Lluis Llach para componer una preciosa canción con indudable sabor mediterráneo. Todo aquel que escuche «Viaje a Ítaca» sentirá el embate del mistral en la cara y el suave vaivén de las olas bajo sus pies… O por lo menos eso creemos nosotros que, pese a que nos vamos aproximando inexorablemente, nunca, nunca hemos viajado a Ítaca…

Conserva siempre en tu alma la idea de Ítaca:

llegar allí, he aquí tu destino.

Mas no hagas con prisas tu camino;

mejor será que dure muchos años,

y que llegues, ya viejo, a la pequeña isla,

rico de cuanto habrás ganado en el camino.

leer matemáticas

Una alternativa perfecta a la tradicional prevención estudiantil hacia las matemáticas es intentar entenderlas. Posiblemente la matemática sea ese idioma universal que permite describir con precisión la estructura de la naturaleza, y cuyo significado está al alcance de todos cuantos se aproximan a su gramática con disposición y sin reservas. Los que saben de lo que hablan, confiesan que una ecuación puede ser tan bella como una poesía, y que un sistema bien construido tiene la solidez y el equilibrio narrativo de la mejor de las novelas. Pero los curiosos que observamos desde la barrera lo que pasa en el albero, nos damos por satisfechos cuando algunos autores nos franquean el acceso a este fascinante campo del conocimiento, invitándonos a dejar fuera los viejos prejuicios escolares antes de pasar a lo que sería la antesala del gran corpus matemático construido a lo largo de cientos, miles de años, y que hoy es motor de las ciencias, las artes y la tecnología. En la biblioteca te puedes encontrar libros como los de Georges IfrahIan Stewart o  Martin Gardner, éste último recientemente fallecido, y que fue comentarista, entre otras, de narraciones «matemáticas» como Alicia en el país de las maravillas. Porque la relación entre matemáticas y literatura no es tan remota, como atestiguan muchos, pero que muchos ejemplos… Pero eso ya es otra historia. Otra historia matemática

tbo

El cómic ha sido una estupenda plataforma de iniciación a la lectura. Hace años abundaban publicaciones juveniles, revistas semanales o quincenales que alimentaban la insaciable demanda de historietas de los lectores más jóvenes. Lectores inquietos, que con el correr del tiempo ampliaron sus intereses y consolidaron un hábito que los buenos libros vinieron a fortalecer. Las historietas se consideraban un género menor, un entretenimiento ligero para mentes poco exigentes. Pero esto no es así. La viñeta es el reclamo perfecto; pero mientras las imágenes aportan toda su carga expresiva y emocional, el texto es el complemento necesario, el que da consistencia a los gestos, las situaciones, los movimientos, las expresiones… la revista TBO fue pionera en España. Se publicó durante décadas, y en sus páginas se forjaron varias generaciones de brillantes guionistas-dibujantes. Tuvo tanta importancia que el nombre de la revista llegó a dar origen a una castiza expresión que es sinónimo de historieta, o de la más anglosajona cómic… Si te interesa la historia de tu país, nada mejor que un recorrido ilustrado por los TBO publicados desde 1917. El que aquí te ofrecemos data de enero de 1968. Todavía faltaba un añito para llegar a la superficie de la Luna. Los astronautas del Apollo XI, ¿se llevarían consigo algún tebeo para matar el tiempo?

comelibros


Pasados los apuros de los últimos exámenes, y con la satisfacción que dejan los soberbios resultados (superados tan solo por los rubicundos escandinavos y por un puñado de coreanos con carita de estreñidos) nos disponemos a dar rienda suelta a esa holganza tan peninsular que necesita del nutriente imprescindible de las vacaciones. Sin embargo, te recordamos que ahora tienes la oportunidad de pasar un buen rato leyendo una (buena) novela. Y que si, además, eres una persona de esas que cuidan el detalle, evitarás los regalos previsibles, de cosas muy caras que no valen para nada, y te decantarás por obsequiar libros a tus seres queridos. Pero, ¡cuidado!: elegir un libro no es lo mismo que comprar un jamón o escoger un modelo de teléfono móvil. No se trata de agasajar a quemarropa. A la hora de regalar un libro has de tener en cuenta las recomendaciones recogidas en el siguiente decálogo:

  1. Ten la mente puesta en aquel a quien va dirigido.
  2. Procura conocer sus gustos, sondear un poquito sus preferencias: Si se manifiesta contrario a la lectura o manifiestamente refractario a la palabra impresa, regálale dos.
  3. Léete con antelación el libro que vas a regalar: si te gusta mucho quédatelo y contempla la opción del jamón o del socorrido teléfono móvil.
  4. Envuelve los libros en papeles que combinen bien con el contenido: papel albal para un libro de cocina, papel de fumar si es de autoayuda, si se refiere a la crisis, papel de lija. Si habla de desarrollo sostenible, fórralo con papel reciclado. Papel pinocho si trata de política. Si es de la señora Rowling, bastará con papel de estraza (usado). Si es de divulgación científica, utiliza papel secante. Y, en fin, si es la biografía laudatoria de cualquier mequetrefe de esos que salen en televisión, utiliza el papel que tengas más a mano. Sí. Ése mismo.
  5. Si eres un enamorado, aprovecha para deslizar un mensaje de amor entre sus páginas. Si la pasión te apremia, procura que la obra sea cortita.
  6. Estudia bien el momento de entregar el obsequio. Nunca lo hagas en sesión plenaria. Pensarán que no te has esforzado lo más mínimo por ser original y abandonarán el fruto de tus desvelos encima de cualquier aparador, bajo toneladas de cintas rizadas y papel de colores. Resérvate un momento especial, íntimo, y cuando el presente cambie de mano di: “Esto es para ti”. Procura que el aparador más próximo esté a no menos de cinco metros.
  7. Si la otra persona te corresponde con otro libro, sonríe. Si se trata del mismo libro, no pierdas la entereza. Ni el tique de compra.
  8. Nunca pidas prestado un libro que has regalado porque entonces tendrás una razón para devolverlo algún día.
  9. No te pongas estupendo con las dedicatorias: que sean concisas y directas. Una buena dedicatoria: “Para Carmina, una tía sin prejuicios. Manolo”. Una dedicatoria excesiva: “Querida Carmina: deseo que cuando abras las tapas de este libro te llegue, como transportado por la brisa marina, el eco de mis palabras, y que rememores los breves momentos que juntos pasamos en aquella oscura gruta a orillas del mar Cantábrico. Manolo”.
  10. Finalmente te recomendamos que nunca regales un libro propio, porque el lomo suele estar arrugado y mancilladas las páginas con restos de comida.

los castigos

Antes de que los guardianes de nuestra memoria histórica se conmuevan, es necesario puntualizar que en la Edad Media, cuando los prelados de Sancho IV componen este libro de ejemplos, castigo tiene más de una acepción, la principal de las cuáles era la de «enseñanza o norma«, y en menor grado la de «amonestación o pena que recibe quien no ha seguido un consejo o una ley». Salvada (confío) la buena fe del rey y la solvencia pedagógica del libro, le damos un repaso a esta copia manuscrita del siglo XV, ilustrada con preciosas miniaturas góticas, en la que se recogen los sermones dirigidos por Sancho el Bravo a su hijo Fernando. Y no hizo mal el buen rey, que murió cuando el heredero del trono contaba nueve añitos de edad. Las enseñanzas, que son muchas y bien mesuradas, son del estilo: «Mio fijo, guarda te de la codiçia (…) que la codiçia es rrayz de todos los males a todo omne del mundo quier estado que sea (…). La cobdiçia ensuzia el alma del onme, ensuzia la santidat, ensuzia la su bondat, ensuzia los sus fechos, ensuzia los sus pensamientos, ensuzia los sus dichos, ensuzia el su estado y ensuzia la su fama. La cobdiçia faze errar al omne». Precioso legado del medievo que podéis leer aquí, pero que recomendamos disfrutar en la distancia, por aquello de la endemoniada ortografía de la época, yendo y viniendo por los contenidos gráficos de uno de los volúmenes que se custodian en la biblioteca nacional de España, y que biblioluces pone a tu disposición, para que te solaces, seas o no heredero de un reino.